Sale una del país y le toca ir de embajadora de Guatebala. ¿Qué se contesta ante la situación política que vivimos? Que el juicio se anuló, que hay Estado de Sitio, que militarizaron el país, que vendemos el alma a los mineros. Y una tratando de decir que en realidad Guate es bien bonita, que viera usted qué lindo el volcán de Pacaya cuando hace erupción, pero que no sepan que asaltan por ahí; que La Antigua es preciosa aunque está a punto de perder su estatus de Patrimonio de la Humanidad; que tan chulos los ríos y los lagos (pero que son nuestros basureros); que somos bien multiculturales, pero que los indígenas valen menos que la inversión extranjera. ¡Vengan a visitar el país, vieran que somos un paraíso (fiscal)! A veces quisiera tener la sangre fría de empezar una nueva vida en un lugar tranquilo como Costa Rica, donde los periodistas se aburren y es primera plana la tendencia de los jóvenes a acosar en Facebook. Pero resulta que soy medio masoquista y mi ombligo actúa como un hilo dorado que me ata al fusil y al frijol, no me suelta, no me deja ir lejos mucho tiempo. Entre más difícil y terrible es la situación, más siento que Guatemala necesita de gente que no escape, que no pierda la fe ni la esperanza de que algún día vamos a ser más humanos, más amables, más solidarios. Sí, soy ingenua a veces, pero no me resigno a que el miedo y la opresión sean nuestro único destino. No pierdo la fe en los guatemaltecos que ya están reventando su burbujita de comodidad. Yo prefiero que me maten por mi necedad de luchar por un mejor país, que trabajar en Disney y comer perdiz.
Autor: Lucía Escobar
Fuente: Las Otras Luchas