Vivimos en el país de la confusión por excelencia, de la eterna chingadera. Tengo que ir a Guate, decimos los que vivímos afuera de la capital. Ese afuera al que se le dice “el interior”. Guate no existe. Luego el mapa, que resultó ser falso. En realidad no teníamos una oreja de nombre Belice. Y de los mayas… mejor no hablar de ciertas cosas. Aprendimos en la escuela que habían “desaparecido repentinamente” que se habían ido en naves espaciales, o un meteorito los había acabado, o una sequía. Guate no existe. Y ahora resulta que siempre sí hay mayas, que es nuestro potencial turístico ¡qué viva el nuevo Baktún! Mientras el militar de la guerra que nunca existió, celebra en Takalik Abaj por la nueva era. Guate no existe. En Guatemala no hubo genocidio, a esos también se los llevaron naves espaciales. Ah… no, quedaron enterrados en el terremoto del 76. Y en esta Guate que no existe tampoco hay ixiles, ni kaqchikeles, ni chortís, aquí solo hay guatemaltecos. Todo lo demás es cosa de cangrejos que siguen anclados en ese pasado que intentamos desaparecer. El que no quiera ser guatemalteco que se vaya de migrante y que lo aplaste un tren. Guatemala es el país de los grandes empresarios, de los proactivos, de los que producen plazas de trabajo, aunque sean mal pagadas, aunque sean trabajos de esclavos. Veamos los anuncios y las vallas que esconden el paisaje, aquí todos somos rubios y ojos claros, todos somos blancos y glamorosos. Y los que no… somos unos resentidos que más nos vale comprar shampoo que aclare el pelo. Guate no existe. ¿Y vos, existís?
Fuente: Las Otras Luchas
Autora: Lucía Escobar